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Jueves, 21 de junio de 2001 - 18:38 GMT
El presente: Camilo Valderrama
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Camilo Valderrama es un médico colombiano que dejó el país en 1992.
"Básicamente por todos esos riesgos que implica apoyar grupos de defensa del derecho a la vivienda popular que trabajaban en barrios pobres, bajo gobiernos como el de Colombia que tiene una larga tradición de represión... había que salir, simplemente, a riesgo de que pasaran cosas más graves". Camilo, radicado en el Reino Unido, ha asistido a refugiados en lugares como Mozambique y los Balcanes.
¿Cómo fue la salida?
¿Qué se siente al dejar, sin saber cuándo volverá? El sentimiento es que hay que pensar en el día de hoy y no en mañana: no pensar más allá del presente. Yo no salí como un refugiado, que es una situación muy diferente. Yo conseguí la manera de ubicarme temporalmente mientras se resolvía la situación. Pero pedir asilo y declararse como refugiado habría sido una opción... Nunca la consideré, porque pensaba que iba a ser una cosa de corta duración. En Colombia, toda la historia de los refugiados no nos había tocado hasta hace poco, entonces nosotros no conocemos con profundidad cuáles son los derechos de un refugiado o la ayuda a la que tiene acceso una persona que pide refugio político. Además, el adquirir estatus de refugiado implica una serie de procedimientos para que te puedan reconocer como tal, entre ellos el probar que tu salida del país fue obligada, por razones de seguridad personal. Yo hubiera podido tener argumentos y evidencias, pero no lo hice. O quizás no se considera refugiado porque se compara con los refugiados con los que ha trabajado.
Uno de esos proyectos fue el del retorno de los refugiados a Mozambique... Sí, en 1992 se firmó el acuerdo de paz entre dos grupos que estaban enfrentados -el gobierno y la RENAMO, que era un grupo de oposición apoyado por Sudáfrica y otros gobiernos como Estados Unidos- dentro del contexto de la Guerra Fría. Después de 16 años de guerra, toda la infraestructura estaba destruida y el país había llegado a un estado de pobreza que era insoportable para todos: en esa época, Mozambique era el país más pobre del mundo. Entonces, con la firma del acuerdo, la gente que llevaba años viviendo en campos de refugiados regresó, lo que implicó una operación gigantesca para la reintegración de los retornados al país. Yo trabajé con un grupo de 80.000 personas que llevaban nueve años refugiados en Malawi. En una primera etapa, se trató de garantizar la alimentación básica, semillas y herramientas de trabajo para que recogieran sus cosechas el año siguiente y algunas medidas sanitarias. Después se empezó un proceso de integración y rehabilitación en todos los sectores sociales.
Y otra cosa muy importante fue garantizar fuentes de agua potable, construyendo pozos tradicionales y bombas manuales. En el área de agricultura, con el objeto de mejorar la diversidad alimenticia de quienes estaban retornando e incrementar un poco a sus ingresos, se hicieron proyectos de huertas tradicionales. Ese fue el proyecto inmediato. En lo que se refiere a lo que llaman situaciones post-conflicto -que consideran la situación más allá de la emergencia- se trabajó con los jefes tradicionales de trece poblados y se conformó una asociación para manejar pequeñas industrias. La organización para la que trabajé proporcionaba dinero para la infraestructura y entrenamiento. Al terminar el proyecto hace dos años, estaba funcionando muy bien y se pensaba hacer lo mismo en otras zonas apartadas. Entonces tuvo mucho éxito esta experiencia de retorno. Lo que probó es que trabajando de una manera participativa con la gente se pueden lograr muchas cosas. Que los refugiados no son objetos pasivos que solamente están esperando recibir sino que también tienen la capacidad de desarrollar sus propias empresas y actividades económicas. Quienes no hemos pasado por ella, a veces olvidamos cuán larga es la experiencia del refugiado... Sí, porque empieza antes de que se vaya, luego viene el exilio -que si implica vivir en campos de refugiados es difícil de imaginar- y finalmente se regresa a un hogar que ya no existe y además con nuevos peligros, como las minas. Recién yo llegué, una persona que trabajaba para una organización fue a hacer sus necesidades y se salió un poco de la carretera y ¡pum!, ahí quedó. Entre los campesinos, muchos accidentes con minas ocurrieron durante el retorno.
Sí, las diferencias son grandísimas. No tengo las cifras pero el presupuesto disponible para esa crisis era impresionante, comparado con el de situaciones similares en África. Por ejemplo, la alimentación que recibían los refugiados europeos es de mucho mejor calidad que la que recibían en Mozambique -y lo digo por experiencia en asistencia alimenticia. Como colombiano consciente y tras haber participado en proyectos humanitarios en varias partes del mundo, ¿no le urge hacer lo mismo por sus compatriotas? En el momento, lo que yo podría hacer aún no se puede. Pero Colombia es diferente a los países africanos. Las estructuras de gobierno en países como Mozambique eran muy frágiles y después de esa guerra la capacidad operativa y técnica y los recursos humanos disponibles para enfrentar la situación era muy débiles. En países como Colombia, tenemos un recurso humano excelente que puede lidiar con muchos de los problemas más apremiantes para los desplazados, siempre y cuando exista la voluntad política. El papel de las organizaciones no gubernamentales en Colombia debería estar dirigido a presionar al gobierno para que preste los servicios que debe a estas poblaciones, que necesitan ayuda y servicios para proteger sus vidas en el presente y que, cuando regresen a sus lugares de origen, necesitarán apoyo para la recuperación de la actividad económica y otra suerte de cosas. La otra diferencia es que esos colombianos no han sido clasificados como "refugiados", de manera que dificulta la operación de las agencias internacionales... Cierto. Sin embargo, en los proyectos que trabajan con las situaciones de post-conflicto, como en el caso de Mozambique, se encontró que si no se trabajaba con los retornados, con los desplazados internos y con las poblaciones locales a la vez, se genera conflicto: la pobreza es para todo el mundo. La tendencia ahora es trabajar con la comunidad. ¿Esto demuestra que experiencias del otro lado del océano podrían influenciar las decisiones que se tomen en América Latina? En el futuro sí. Son lecciones que se han ido aprendiendo a través del tiempo. |
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