Estos botes de pesca senegaleses, llamados cayucos en España, se han convertido en el método de transporte más común de los inmigrantes ilegales que tratan de llegar a las Islas Canarias.
En 2006 más de 16.400 personas han llegado a Tenerife en unos 240 cayucos. Muchas otras han muerto en el mar. En cada bote viajan de 70 a 150 inmigrantes africanos, tratando de escapar de la pobreza y los conflictos.
Algunos de los cayucos están relativamente bien equipados, con dos o tres motores de 40 caballos de fuerza, y cargan barriles de combustible diesel debajo de sus endebles cubiertas de madera.
En muchos de los botes, los emigrantes escriben mensajes de agradecimiento y oraciones en las que le piden a Dios que los proteja durante su travesía por el Atlántico, rumbo al mejor futuro que esperan encontrar en Europa.
Muchos familiares de los inmigrantes tratan de ver señales distintivas de los botes en periódicos o programas de televisión, con la esperanza de que sus seres queridos hayan llegado vivos.
La peligrosa travesía desde las costas africanas a las Islas Canarias suele durar de ocho a diez días. Algunos de los inmigrantes que logran llegar dejan sus chalecos salvavidas en los botes al tocar tierra.
El agua y la comida parecen ser mínimos, pero entre la basura podrida abandonada cuando los pasajeros llegan a la costa, se encuentran estufas de gas y ollas, así como restos de arroz, cebolla y galletas.
Muchos de los inmigrantes llegan con problemas de deshidratación y quemaduras. Después de un viaje tan largo y con tantas personas a bordo, los botes pueden convertirse en vectores de enfermedades.
Los inmigrantes son conducidos a congestionados centros de detención y sus embarcaciones son destruidas. España le ha pedido ayuda a la Unión Europea y a los países africanos para frenar la ola migratoria.
España ha firmado acuerdos con varios países africanos por medio de los cuales éstos se comprometen a frenar la inmigración ilegal y a aceptar la repatriación de sus ciudadanos, a cambio de ayuda para el desarrollo.
Las autoridades también temen que la constante llegada de botes pueda dañar la industria turística de las Canarias, ahora la principal puerta de entrada, tras una ofensiva en 2005 en Ceuta y Melilla, los enclaves españoles en África del Norte.
|