El presidente de China, Hu Jintao, inauguró este sábado el ferrocarril más alto del mundo. "No sólo es una hazaña en la historia de la construcción de ferrocarriles de China, sino también un gran milagro en la historia ferroviaria mundial", dijo.
El ferrocarril une a la ciudad de Xining, capital de la provincia de Qinghai, con Lhasa, capital de Tibet. Mide 1.956 kilómetros, con 960 km. situados a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Su punto más alto está a 5.072 metros.
Debido a las temperaturas extremas de la región y a que unos 550 km. de la vía atraviesan terrenos permanentemente congelados, largos tramos se construyeron elevados para mejorar la estabilidad.
El contenido de oxígeno a lo largo de la línea es de apenas el 50-60% del que hay a nivel del mar. Para evitar que los viajeros padezcan el mal de altura durante el trayecto, se utilizan trenes especiales, sellados como los aviones.
China dice que el ferrocarril, construido a un costo de US$4.200 millones, llevará comercio, empleos y turistas a una de sus regiones más pobres, y ayudará a mejorar el equilibrio económico entre el este y el oeste del país.
Tibet fue invadido y ocupado por China en 1950. Desde 1959 su líder espiritual, el Dalai Lama, está exiliado en India. Grupos tibetanos y críticos extranjeros dicen que los verdaderos objetivos del ferrocarril son políticos y estratégicos.
Los opositores dicen que el ferrocarril se convertirá en un símbolo del control militar de China y alentará una mayor emigración de chinos étnicos a Tibet, lo que pondría más en peligro su identidad cultural y religiosa.
Los críticos también señalan que la mayoría de los nuevos empleos beneficiarán a chinos étnicos porque las escuelas tibetanas no ofrecen el mismo nivel de educación que las del resto del país y muchos tibetanos no hablan chino.
China dijo que le dio prioridad a la protección medioambiental y que los trabajadores construyeron 33 pasos para animales migratorios, entre ellos los antílopes tibetanos en peligro de extinción.
Pero los efectos medioambientales a largo plazo serían más difíciles de controlar, en especial los derivados del crecimiento económico y poblacional que podría ocasionar el nuevo ferrocarril a Tibet.
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