Miembros de la Junta de Buen Gobierno de Oventik. Fotos: Manuel Toledo
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"Está usted en territorio zapatista en rebeldía", reza un cartel frente a la entrada de Oventik, una comunidad de una veintena de casas en las montañas de Chiapas, en el sureste de México.
"Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece", continúa el texto.
Una mujer, de ojos muy oscuros y destellantes, nos pide los pasaportes.
El resto de su rostro se esconde tras uno de los pasamontañas que se han convertido en símbolos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), desde que los guerrilleros de Chiapas sorprendieran a México y al mundo cuando se levantaron en armas en 1994.
Al rato nos hacen pasar a la Oficina de la Comisión de Vigilancia, donde otros dos combatientes enmascarados nos toman los datos.
Uno de ellos nos acompaña -a Bruno Bergen y Javier Drucaroff, dos jóvenes argentinos que estaban realizando un documental, y a mí- hasta la Casa de la Junta del Buen Gobierno, donde los líderes de la comunidad decidirán si nos permiten visitarla.
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Condiciones
La casa, como los demás edificios de madera que la rodean, está cubierta de llamativos murales, que exploramos mientras esperamos que la junta debata, a puertas cerradas, nuestra solicitud de ver el lugar.
Uno de los murales representa una mazorca de maíz. Cada grano enmarca el rostro de un guerrillero.
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Una de las pinturas representa una mazorca de maíz en la cual cada grano enmarca el rostro de un combatiente, otra tiene un enorme retrato del líder de la Revolución Mexicana Emiliano Zapata -en cuya lucha se inspiró el movimiento- con un machete en la mano.
Finalmente, se abre la puerta y nos invitan a pasar a una pequeña oficina presidida por un retrato del subcomandante Marcos, el dirigente más visible del EZLN, en la que siete combatientes -seis hombres y una mujer- nos acogen cálidamente.
"Nos alegra mucho que gente de todo el mundo venga a ver cómo vivimos y por qué luchamos", nos dice uno de ellos.
"Después de leer sus solicitudes, hemos hablado con la jefatura y nos ha autorizado a recibirlos, pero con una serie de condiciones".
"Por cuestiones de seguridad, no pueden filmar ni hacer entrevistas, tampoco pueden fotografiar de cerca a personas que tengan la cara descubierta ni a automóviles en que se vea el número de la placa".
Por lo demás, nos dijeron que podíamos recorrer la comunidad, conversar con quien quisiéramos y nos autorizaron a pasar la noche en "territorio libre zapatista".
Caracoles
En términos zapatistas, Oventik es un "caracol", el nombre que les dan a las comunidades que ponen en práctica las aspiraciones de autonomía del movimiento -a pesar de que el Estado mexicano no la reconozca- y cuyo sistema de autogobierno se basa en los principios de democracia participativa y de justicia que promueve el EZLN.
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(Los "caracoles" son) una pequeña parte de ese mundo a que aspiramos, hecho de muchos mundos
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"Para nosotros el caracol es un símbolo de resistencia, una imagen de que lentamente, pero con perseverancia, se puede lograr mucho. También es un instrumento para llamar a quienes estén dormidos", nos dijo uno de los combatientes.
Otro nos explicó que los "caracoles", de los cuales hay cinco en Chiapas, constituyen un proyecto para fomentar el establecimiento del poder desde el núcleo de la sociedad civil.
Los zapatistas insisten en que las propuestas de estas comunidades no se circunscriben a los reclamos indígenas o mexicanos, sino que ofrecen una alternativa al discurso globalizador y al "mal gobierno", que puede ser válida en cualquier parte del planeta.
En palabras del subcomandante Marcos, los "caracoles" son "una pequeña parte de ese mundo a que aspiramos, hecho de muchos mundos".
"Serán como puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está".
Concepción colectiva
Entre las prioridades del proyecto de los "caracoles" se destacan la educación y la salud.
En la escuela secundaria también estudia un grupo de jóvenes extranjeros.
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En Oventik hay dos escuelas, una primaria y una secundaria, en las que estudian niños de diversas comunidades de la zona.
"En las escuelas autónomas zapatistas se educa a la infancia en el espíritu y concepción colectiva del mundo", dice un mural en una de ellas.
"Nuestra filosofía es el ser humano como parte de la naturaleza", añade.
Los estudiantes también cuentan con un área de juego y una biblioteca.
Además, varios jóvenes extranjeros estudian allí español o tzotzil, un idioma indígena local.
Una chica estadounidense nos dijo que, de paso, aprenden sobre el zapatismo y sus reivindicaciones, en el marco de los movimientos sociales en América Latina.
El Che y la virgen
El "caracol" también tiene su propia clínica, llamada "La Guadalupana", y una ambulancia.
La virgen de Guadalupe y una guerrillera zapatista protegen la entrada de urgencias.
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Sendas imágenes de la virgen de Guadalupe, la patrona de México, y de una guerrillera zapatista protegen la entrada de urgencias.
La puerta general está flanqueada por retratos de Zapata y del revolucionario argentino Ernesto "Che" Guevara.
Uno de los objetivos de los zapatistas es establecer comités de salud en todas las comunidades, no sólo para tratar a enfermos sino también para fomentar la medicina preventiva.
Vimos varios escritos que, entre otros temas, ponían énfasis en la educación sexual y en la lucha contra el VIH/SIDA.
Comercio justo y Coca Cola
Los "caracoles" también les ofrecen un espacio a los pequeños productores y comerciantes locales y, en especial, a las mujeres.
En Oventik hay talleres de diversos colectivos, como la Sociedad Cooperativa Artesanal de Mujeres por la Dignidad y la Sociedad Cooperativa Artesanal Nichim Rosa.
"Trabajamos juntas y nos repartimos los beneficios entre todas las afiliadas", nos explicó una tejedora.
Muchos de los productos se venden en los propios talleres o en una tienda de artesanías situada a la entrada de la comunidad.
Frente a otra tienda, nos resultó curioso ver como algunos hombres bebían Coca Cola mientras escuchaban canciones del comandante David, uno de los principales músicos y poetas del EZLN.
Después de todo, según un cartel que habíamos visto horas antes, se debía evitar esa bebida a toda costa porque, según sus autores, era un "símbolo" del comercio injusto, de los efectos negativos de la globalización y de las políticas neoliberales, entre otros pecados.
"Movimiento romántico"
No sería objetivo dar la impresión de que los zapatistas cuentan con el apoyo generalizado de los indígenas de Chiapas.
Algunos críticos del zapatismo dicen que es un movimiento romántico que ha perdido su sentido.
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En el municipio de San Andrés Larrainzar -o, según la denominación zapatista, San Andrés Sakamch'en de los Pobres- unos campesinos que viven cerca de Oventik nos dijeron que mucha gente considera que el zapatismo "es un movimiento romántico que ha perdido su sentido".
Según ellos, el gobierno ha mejorado mucho las condiciones de vida en Chiapas en los últimos años.
"Sin embargo, si el gobierno les ofrece a las comunidades zapatistas cualquier tipo de servicios que puedan resultarles beneficiosos, se niegan a aceptarlos", nos dijo un campesino, en una pausa de una celebración religiosa.
De hecho, a poca distancia de Oventik, vimos vallas gubernamentales que anunciaban la construcción de un sistema de agua potable, en Bayalemo Dos, y de un puente vehicular, en Kaomtealhucum.
Otra persona que sí apoya al EZLN nos dijo que muchos campesinos se olvidan de que esos proyectos son resultados indirectos de la lucha zapatista.
"Las autoridades los están tratando de comprar para que se opongan al zapatismo y se sumen a las filas del paramilitarismo", aseguró.
Pero admitió que en los más de cinco años que lleva en Oventik, el "caracol" nunca ha sido blanco de ataques externos.