El proyecto utiliza material de desecho para hacer trabajos artísticos.
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En el barrio porteño de Almagro funciona la editorial Eloísa Cartonera, que combina dos terrenos aparentemente lejanos: la literatura y el 'cartoneo'.
¿Cómo? Publicando libros cuyas materias primas y mano de obra son provistas por cartoneros.
Los cartoneros son trabajadores que para subsistir recogen cartones entre la basura de las calles y luego los venden por kilo a empresas de reciclado.
Si bien existen desde hace mucho tiempo, estos trabajadores proliferaron luego de la grave crisis económica de Argentina de 2001 y vinieron para quedarse, a gran escala, especialmente en Buenos Aires y sus alrededores.
Por eso es que en 2003 surgió la editorial Eloísa Cartonera, que fabrica libros de autores latinoamericanos cuyas tapas son confeccionadas con material comprado a cartoneros.
También da trabajo a ex cartoneros, que ahora se dedican a hacer los libros.
Multicultural
Enrique y Celeste: de la calle a la cultura.
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Apenas uno entra a No hay cuchillo sin rosas, el taller-sede de Eloísa Cartonera -donde antes funcionaba una verdurería- puede percibir una atmósfera especial.
En un ámbito plagado de obras de arte coloridas de estilo kitsch y con ritmos de cumbia musicalizando el lugar, decenas de libros se acomodan en las bibliotecas y pilas de cartones esperan ser pintadas.
Los encargados de esta tarea son Enrique y Celeste, dos hermanos que dejaron de trabajar en la calle y ahora pintan con témperas las tapas de los libros, ayudados por stencils (moldes de metal) y cobrando por hora de trabajo.
Hasta aquí se acercan los cartoneros para vender el cartón, por el cual se les paga alrededor de medio dólar por kilo, que es cinco veces más de lo que se les paga comúnmente en el mercado.
Orígenes
El cartón de la calle se convierte en libros.
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La editorial fue creada por el poeta argentino Washington Cucurto y su amigo Javier Barilaro, artista plástico y diseñador.
Según explicó Barilaro a BBC Mundo, "a Cucurto se le ocurrió que podíamos hacer las tapas con cartón corrugado, así le comprábamos cartón a los cartoneros y podíamos darles trabajo, y hacer algo más que un libro".
"Es que en el contexto de la de crisis argentina era una frivolidad ponerse a publicar poemas que no iba a leer nadie".
Si bien la editorial ha dado trabajo a muchas personas necesitadas, Barilaro aclaró a BBC Mundo: "No somos trabajo social, porque no tenemos la formación necesaria. Este es un proyecto artístico donde nos parece estética la inclusión social, pero no es la salvación de los cartoneros".
"Para mí el hecho artístico de este proyecto es cómo se hace el libro más que el resultado. Ya el hecho de mezclar cosas tan diversas es el hecho artístico".
Autores
La editorial fue fundada en 2003.
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Eloisa Cartonera es un proyecto sin fines de lucro.
Publica material inédito de autores latinoamericanos como los argentinos Alan Pauls, César Aira, Fogwill, Rigardo Piglia, Gabriela Bejerman y Washington Cucurto, el chileno Gonzalo Millán y el uruguayo Dani Umpi.
En el catálogo también figuran otros autores de prosa y poesía menos conocidos. Todos los escritores permiten la publicación de sus obras sin cobrar por los derechos.
Algunos de los ejemplares se imprimen con una imprenta que donó la embajada Suiza en Buenos Aires, y otros son fotocopiados.
Proyección
La editorial publica material de autores latinoamericanos.
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La editorial ya cuenta con 85 títulos que se venden en varias librerías y galerías de arte a menos de dos dólares por unidad a un público muy variado, desde lectores con poco presupuesto hasta gente de clase alta o turistas extranjeros.
El proyecto traspasó las fronteras del país y se ha establecido una red latinoamericana. Según explicó Javier Barilaro, en Perú se ha organizado una editorial similar llamada Sarita Cartonera.
Además, los miembros de Eloísa Cartonera han dado talleres de armado de libros en Brasil y Venezuela, y en Paraguay, Chile, Bolivia hay proyectos vinculados a la editorial.
Paralelamente, en el taller ha comenzado un taller de costura bautizado Eloísa Costurera, donde Ramona, una madre de siete hijos que salió de la cárcel hace unos meses, trabaja confeccionando y arreglando prendas.