A mediados del siglo XIX, cuando Tibet todavía era un gran espacio en
blanco en los mapas europeos de Asia, un explorador indio, disfrazado de
monje tibetano, comenzó a llenar ese vacío con observaciones precisas.
Diego Azubel en Zhigatse, Tibet. Foto: Manuel Toledo.
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Ahora, 139 años después, un fotógrafo argentino, Diego Azubel, le sigue los pasos.
Nain Singh, maestro de profesión, había sido escogido por los colonizadores
británicos de India porque el emperador de China había prohibido a los
extranjeros cruzar la frontera, so pena de muerte.
Los británicos necesitaban mapas de Tibet pues temían que el ejército
zarista ruso, que avanzaba por Asia Central, pudiera atacar a India o a
Nepal desde el norte.
Singh fue entrenado para caminar con pasos de poco más de 83 centímetros,
que contaba usando un rosario budista modificado, y a calcular la altitud
midiendo el punto de ebullición del agua.
Fue así que, en enero de 1866, llegó a la capital de Tibet, la ciudad
prohibida de Lhasa, cuya posición y altitud fue el primero en medir con
exactitud.
Agujero
"Para mí, lo que Singh hizo fue más valioso que la exploración del primer hombre que subió al Everest", me dijo Azubel en la ciudad tibetana de
Zhigatse.
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Lo que Singh hizo fue más valioso que la exploración del primer hombre que subió al Everest
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"Él lo hizo solo, cuando Tibet todavía era un agujero en los mapas de Asia".
"Lo que más me chocó fue que nadie supiera nada sobre él y más que nada
porque era indio".
"Si hubiera sido de otra nacionalidad, ahora sería famoso".
"¿Y por qué decidiste hacer este viaje en invierno? Hoy hace un frío
terrible y tengo los pies congelados", le dije.
"La culpa la tiene Nain Singh, que comenzó su viaje desde Nepal en octubre",
me respondió.
Olimpiadas Especiales
Azubel, conociendo el gran desafío físico que implicaría seguir los pasos de
Singh, decidió dedicar sus esfuerzos a recaudar fondos para Olimpiadas
Especiales, una organización que ayuda a practicar deportes a personas con retardo mental de más de 150 países.
Palacio Potala, residencia del Dalai Lama en Lhasa. Ahora que él está en el exilio, es un museo.
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Ésta no es su primera caminata en Asia: de octubre de 2000 a diciembre de 2001, recorrió más de 4.000 kilómetros de la Gran Muralla
China.
Pero desde antes de emprender la aventura tibetana, sabía que esta vez,
además del frío y el hambre, lo esperaban barreras de otro tipo.
Para llegar a Tibet y especialmente para desplazarse fuera de la capital y de otras pocas ciudades, los extranjeros necesitan permisos especiales de la policía o del ejército chino.
Tibet fue invadido y ocupado por China en 1950 y desde 1959 su líder espiritual, el Dalai Lama, está exiliado en India.
China dice que Tibet le pertenecía desde hace siglos y que lo que hizo fue liberarlo pacíficamente de un sistema feudal brutal.
Zona "cerrada"
En realidad, los permisos policiales, aunque pueden ser caros, son relativamente fáciles de obtener.
Novicios en el monasterio de Sakya. Para visitarlo hace falta un permiso especial. Foto: Manuel Toledo.
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Yo necesitaba uno para visitar algunos monasterios camino al Everest, cruzar
el Himalaya y llegar a Nepal.
Los funcionarios encargados de los permisos en Zhigatse me lo dieron sin
problemas.
Lo mismo pasó con un amigo que viajaba conmigo, Dimas, quien sólo tenía
tiempo para llegar hasta el Everest, antes de regresar a Europa.
Sin embargo, a Azubel le pusieron mil reparos porque la zona desde donde planeaba comenzar la caminata aparentemente estaba "cerrada" a los extranjeros.
Finalmente le dieron una autorización, pero no desde donde él quería.
En vano
Cuando, con los documentos en la mano, tratamos de subir al único ómnibus
que podía llevarnos hacia el sur, el conductor no nos dejó.
De nada sirvió tener los papeles en orden.
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"Sí, ya veo que ustedes tienen el permiso, pero yo no estoy autorizado a
transportar extranjeros", nos dijo, evidentemente atemorizado.
Como resultado, mi amigo no pudo ir al Everest, yo tuve que hacerlo por otra
vía y a Azubel lo dejamos haciendo autostop, para ir hasta su punto de
partida.
Hace unos días, después de muchas vicisitudes, enfermedades, pérdida de peso y agotamiento, logró llegar a Lhasa, cumpliendo la primera etapa de su
viaje.
¿Coincidencia? ¿Destino?
A diferencia de la aventura de Nain Singh, que escondía en una rueda de
oración las anotaciones que permitirían hacer los mapas de Tibet, la de Azubel
se puede seguir por internet, gracias a un mapa actualizado por vía
satelital.
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¿Cuáles son las probabilidades? Un argentino llega a una casita en la ladera de una montaña... y le abre un aldeano que es hincha del fútbol argentino. ¿Coincidencia? ¿Destino?
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El explorador sudamericano también mantiene un diario.
El 22 de enero, por ejemplo, cuenta cómo llegó a pedir hospedaje, en medio de la noche, en una humilde casa tibetana y lo recibió un joven que tenía puesta una camiseta para él muy conocida.
"¿Cuáles son las probabilidades? Un argentino llega a una casita en la
ladera de una montaña, a 4.100 metros de altitud, frente a un monasterio
apartado, y toca a la puerta".
"Le abre un aldeano que es hincha del fútbol argentino. ¿Coincidencia? ¿Destino? Todo tiene un motivo. Creo",
dice.
Ahora, mientras los tibetanos celebran la llegada de Losar, su Año Nuevo, el
viajero se prepara para comenzar la segunda parte de su caminata de 3.000
kilómetros por el Himalaya, tras las huellas de un explorador indio del
siglo XIX.