Sintiéndose liberada de los rigores del aire acondicionado, Miami se comporta más amable en el otoño. Este sábado muestra una tarde de cielos y libros abiertos.
E cartel de la XXI Feria Internacional del Libro de Miami se dirige al público infantil.
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Quizás por ello, se ve a la gente risueña, tomándose en serio el reto de caminar por el centro regularmente inhóspito de esta ciudad y estar dispuesta, incluso, a pasarse el día entero al aire libre viendo, oliendo, escuchando y, claro, también comprando libros.
Sin las contenciones de espacio de una librería, ni el silencio ritual de una biblioteca, la gente se pasea hablando en voz alta. Su eco se cruza en los rincones con trovadores que le cantan al poeta Pablo Neruda y con las risas de niños celebrándole las gracias a unos cuenta cuentos que más bien parecen disfrazados para espantar.
Como en un mercado de verduras frescas, la cosecha de libros es ofrecida por las editoriales a precios apetitosos.
Esta es una carnada atractiva para el más de medio millón de amantes de los libros que, según Alejandro Ríos del Miami Dade Community College -institución que organiza la feria-, visitaron el evento el año pasado.
"Esta vez han venido más personas que nunca. Aquí se desmiente a esas encuestas que indican que en EE.UU. disminuye el interés por los libros y que se lee cada vez menos", dijo Ríos.
Además, Miami es un polo de atracción de la cultura hispanoamericana, por lo que este es el único evento de este tipo en este país en el que Latinoamérica tiene una presencia numerosa y representativa.
En efecto, la zafra hispanoamericana es rica. Aquí unos 50 braseros del español muestran orgullosos su trabajo: los bolivianos Edmundo Paz Soldán (con su libro de cuentos supercortos, Desencuentros) y Juan Claudio Lechín (La gula del picaflor); el peruano Jorge Benavides (El año que rompí contigo); los chilenos Roberto Ampuero (Los halcones de la noche), y Mauricio Electorat (La burla del tiempo); y el mexicano Ignacio Padilla (Espiral de artillería) son sólo una muestra.
Lo nuevo
Por un rato me acompaña, o acompaño yo, a Federico Andahazi, el escritor argentino autor de El Anatomista que esta vez ha venido a promocionar su última obra, editada por el sello Alfaguara, Errante en la sombra.
Hay lectores para todo.
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Andahazi (quien confiesa no ser tan buen bailarín de tangos como su libro parece sugerir) luce sinceramente agradecido de que la feria le dé la oportunidad a escritores como él de salir de su confinamiento solitario y comprobar que los lectores realmente existen, que son de carne y hueso y están dispuestos a seguirle el paso a la buena literatura.
"Es muy grato conversar con ellos, saber su opinión", me dice. "A veces se confunde a los autores cuando decimos que escribimos para los lectores, porque se cree que uno escribe para el mercado. Pero, yo creo en el lector. Si no escribiéramos con ellos en mente pues no publicaríamos. Es muy conmovedor ver frente a uno al objeto para quien al fin de cuentas uno ha escrito".
Andahazi, claro, no está sólo en su descubrimiento. La XXI Feria Internacional del Libro de Miami este año convocó a cerca de 300 autores que, durante el fin de semana, se confunden entre sus lectores otorgando autógrafos, leyendo pasajes y dictando conferencias.
El veterano estadounidense Tom Wolfe fue la estrella del viernes durante la presentación de su libro I am Charlotte Simmons. Pero el sábado los hispanos tuvieron la batuta, con la periodista y novelista Rosa Montero a la cabeza.
El centro de la ciudad se convirtió en un paseo literario.
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"Me encanta el tono cada vez más latinoamericano de esta ciudad", dice Montero mientras dedica, visiblemente encantada, tomos de su libro La loca de la casa. "Me cuesta creer que estoy en Estados Unidos. Además, es impresionante la cantidad de jóvenes autores latinoamericanos tan buenos y con propuestas tan ricas".
Por su parte, Roberto Ampuero, quien ha probado las mieles del éxito editorial, celebra que su quinta entrega de la serie del detective Cayetano Brulé lleve ya tres ediciones agotadas desde su salida a la calle en este mismo mes. Prueba fehaciente, dice un representante de la editorial Planeta, de que la clientela de buenos libros sigue viva y pide más.
"Esta feria tiene el encanto que me hace a mi, un chileno educado en Cuba, admirar Estados Unidos. Esto es, su diversidad y la posibilidad de moverte libremente y sin complejos por ella", dice Ampuero.
Y lo viejo
Pero no a todo el mundo le gusta la novedad. Que lo digan los representantes de las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos, contenidos en las fronteras marcadas por la monarquía absolutista de los maestros del viejo boom.
El rincón de los libros raros: delicia para coleccionistas.
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Aún más, culmino mi paseo por uno de los espacios cerrados de la feria, el rincón de los anticuarios.
Con sus 10.000 ejemplares de libros, entre ellos algunos incunables, partituras, documentos históricos y libros raros, esta sección es la delicia de los coleccionistas.
Me llamó la atención una edición italiana del "Diario de a bordo de Cristóbal Colón, libro de la primera navegación y descubrimiento de las indias", numerado en cifras árabes y publicado en el año de mi nacimiento, pero me espantó el precio de US$350.
También resultaba tentador "A Concise History of the Spanish America" del inglés John Campbell, publicado en 1741. Con detalles sobre la flota española y sus movimientos, esta es sin duda, una joya del servicio de espionaje de la corona británica, pero los US$650 de precio de tapa pedían más de lo que podía dar.
Me conformé con una copia sepia y apolillada de la crónica de Eduardo Bradley sobre la primera "Travesía de los Andes en Globo", escrita por el autor en junio de 1916, y que publicó casi inmediatamente después en 1917. Una ganga. Estoy seguro de que se equivocaron con el precio.