Cusurichi (primero desde la izquierda) pertenece a la etnia shipibo.
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La actividad económica no debe vulnerar la vida. Con este mensaje llegó a Washington el dirigente indígena peruano Julio Cusurichi, quien recibió el premio Medioambiental Goldman del 2007, por su labor en protección de las comunidades indígenas de su país.
"Nuestros gobiernos dan concesiones a las madereras y a las petroleras sobre tierras indígenas, sin tomar en cuenta nuestras vidas", explicó a BBC Mundo este activista que lleva luchando 15 años por la protección de las tribus indígenas.
Cusurichi, quien pertenece a la etnia shipibo, encabezó en el 1992 una campaña que llevó a la creación de una reserva territorial en la remota región de Madre de Dios, que está en la frontera con Brasil.
Pero su lucha no terminó ahí, porque ahora defiende además a otros grupos indígenas que decidieron vivir lejos de la civilización, y son denominados como "los no contactados" o "pueblos en aislamiento voluntario".
Estos indígenas, que viven en las zonas más inaccesibles y evitan cualquier contacto con el mundo exterior, debido sobre todo a las experiencias traumáticas que han sufrido anteriormente.
"Breves y violentos"
La fundación Goldman, que otorga los premios, explicó que los contactos entre estas comunidades "son a menudo breves y violentos, y culminan en el derramamiento de sangre", porque los grupos indígenas tratan de defender sus tierras con arcos y flechas, y los madereros utilizan armas de fuego.
Muchas tribus indígenas se ven forzadas a adentrarse en la selva.
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"Desde Lima quieren administrar, pero no conocen la realidad y le prestán más oídos a los empresarios", expresó Cusurichi su frustración ante la explotación sin control de las recursos en la selva amazónica.
"Se trata de vidas humanas, a veces parece que se olvidan de esto cuando hablan del desarrollo económico. Primero está la vida, esa debe ser la prioridad", agregó.
En la entrevista con la BBC, Cusurichi expresó su preocupación por la exploración petrolera y la contaminación de los ríos y tierras. Sin embargo, ésta no es la única amenaza que enfrentan estos pueblos indígenas en aislamiento.
La tala desmesurada de caoba ha causado también grandes prejuicios.
A pesar que Perú, al igual que Brasil, prohibieron la explotación de este árbol, protegido por la Convención de Comercio Internacional de Especies Amenazadas, es muy díficil controlar su comercio.
Pedimos respeto
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Los pueblos indígenas no estamos pidiendo que no vengan las empresas privadas. Lo que pedimos simplemente es que haya respeto hacia nuestra cultura y hacia nuestra vida
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Según la fundación Goldman, Perú es hoy día el principal país exportador de caoba de hoja grande, en su mayoría talada ilegalmente.
"Los pueblos indígenas no estamos pidiendo que no vengan las empresas privadas. No se trata de eso. Lo que pedimos simplemente es que haya respeto hacia nuestra cultura y hacia nuestra vida", señaló Cusurichi.
"Es como si yo alquilo un cuarto en mi casa, pues la pediría al inquilino que cuide el lugar, ¿no? Que no destruya mi casa, ¿verdad? Pues es lo mismo. Queremos que vengan, pero no destruyan", explicó.
A Cusurichi, pese a su trayectoria, le sorprendió ganarse el prestigioso premio internacional de Goldman que se otorga anualmente a personas de cada continente.
Otros galardonados
Las nominaciones son secretas y son las organizaciones no gubermanmentales quienes que presentan las candidaturas.
Richard Goldman, fundador del Premio Medioambiental Goldman, destacó el compromiso de los ganadores quienes han enfrentado en muchas ocasiones golpizas y riestos personales para no continuar con su trabajo.
Seis dirigentes fueron galardonados por su defensa del medio ambiente.
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"Su compromiso nos inspira a pensar de forma más crítica sobre lo que la gente común puede hacer para generar una diferencia", señaló Goldman en una emotiva ceremonia, donde cada ganador tuvo la oportunidad de hablar sobre sus proyectos y preocupacones.
Cusurichi, quien trabaja con la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD), fue efectivamente objeto de violentas amenazas contra su vida y su familia.
Otro galardonado, el agricultor irlandés Willie Corduff, explicó que a él incluso lo metieron en la cárcel en Irlanda, junto con un grupo de cuatro amigos, por tratar de parar la construcción de un oleoducto en Rassport, donde tiene su granja.
El empresario islandés Orri Vigfusson, la canadiense Sophia Rabliauskas, el mongol Ts. Munkhbayar, y Hammerskjoeld Simwinga de Zambia también recibieron el premio de US$125.000 en reconocimiento a su labor ambientalista.