Según las medidas impuestas por EE.UU., sólo se podrá viajar a la isla una vez cada tres años.
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En el avión que hace la ruta Nassau-Habana venían una treintena de cubano-americanos. Volé junto a uno que decía traer US$50.000 en remesas y otro que portaba una enorme torta de cumpleaños (de coco y chocolate).
Viajar este fin de semana desde Miami para La Habana resultó una aventura fascinante y, sobre todo, un muy buen ejemplo de cómo serán las cosas a partir de la prohibición de viajes decretada por el presidente George W. Bush.
Decidí volar vía Bahamas para evitar los engorrosos trámites que se requieren ahora para pasar una libra más de las 44 permitidas en los escasos vuelos directos que aún quedan desde los EE.UU. hacia Cuba.
Viajé el día 31 de julio, momento en que todos los cubano americanos que estuvieran de visita en la isla tenían que regresar. Esperaba ser uno de los pocos pasajeros que utilizaría ese vuelo, pero me equivoqué.
"Yo le escribí al presidente Bush comunicándole que renunciaba al Partido Republicano. Tengo a mi abuela enferma de cáncer", me dijo Raúl, quien abandonó Cuba a los cinco años de edad y la volvió a descubrir a los 25.
Sospechosos
Para otros la cosa no resulta tan dramática. "Yo me acabo de casar en Pinar del Río y voy a seguir visitando a mi mujer, la torta de coco que traigo es para ella", me comenta entre risas un cuarentón que viaja cada mes a la isla.
El avión, un bimotor de 50 asientos, va lleno. La mayoría de los pasajeros son cubano americanos, pero también viajan bahamenses y unos pocos norteamericanos, mirados con desconfianza por todos.
Es que los rumores de Miami dicen que utilizarán policías encubiertos para controlar los aeropuertos intermedios (entre ellos Nassau y Cancún) y así impedir que la ley se viole utilizando terceros países.
Pasado el primer susto, cuando se enteraron que yo era periodista, y después de abrir varias botellas de ron, empezaron a hablar con más soltura, tanta que uno de ellos me confeso que era una "mula".
"Traigo US$50.000" me dijo en tono cómplice y agregó "socio, si me echas pa'lante me hundes". Hicimos un trato: le prometí no usar su nombre y él me contaría más sobre su negocio de paquetes y dinero.
"Ellos (los aduaneros estadounidenses) saben que venimos de Cuba pero no pueden probarlo. Al regreso tú los ves que buscan y rebuscan cualquier cosa que nos incrimine, pero venimos limpios", me dijo.
Como a esa hora ya éramos amiguísimos, el "mula" me confeso que "ya se está probando una ruta de paquetes vía Centroamérica" y agregó que "si mañana se jode Nassau, traeremos el dinero por cualquier otro país".
Lo que Dios ha unido...
Las restricciones buscan endurecer las medidas contra el gobierno de Fidel Castro.
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En el avión todos los cubanos venían juntos, tomando ron y hablando a lo gritos. Las bromas iban desde llamar "agentes encubiertos" a los pasajeros estadounidenses hasta insistir en repartir la torta de coco.
Nadie diría que este grupo de personas estaban violando la ley, por lo que se arriesgan a multas de miles de dólares y a penas de prisión. Por el contrario parecían un grupo de turistas inocente y bullanguero.
"Qué ley me va a impedir que yo venga a ver a mi esposa", me dijo el pinareño mientras una hermosa mulata de 30 años aseguró riendo que "el problema es que Bush no conoce a mi madre. ¿Quién le dice a ella que no puedo venir?".
"Mira, chico, vamos a visitar a nuestras familias aunque tengamos que viajar a través de la China", sentenció otro cubano, y agrego "déjate ya de preguntar tanta mierda y tomate un trago con nosotros".