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Lunes, 30 de marzo de 2009 - 12:02 GMT
Liga Árabe: los mil y un desacuerdos
Jim Muir
BBC, Beirut

Reunión de la Liga Árabe en Qatar
Los líderes árabes no han logrado limar sus diferencias.

Los países miembros de la Liga Árabe se reúnen desde este lunes en la capital de Qatar, Doha, para hacer oír su rechazo a la orden de arresto contra el presidente de Sudán, Omar al-Bashir. Sin embargo, ésta es una de las pocas cuestiones en las que parecen estar de acuerdo.

El encuentro parece condenado a fracasar en el objetivo que muchos esperaban: una reconciliación entre las naciones árabes que permita cerrar filas ante los desafíos regionales más importantes.

En las últimas semanas se ha producido una ruptura, simbolizada por la notoria ausencia de Hosni Mubarak, el presidente de Egipto, que es la nación árabe más poblada, la que tiene mayor peso político y de la que normalmente se espera un papel de líder y conciliador.

En este momento se considera de suma importancia que haya un entendimiento entre las naciones árabes, especialmente frente a dos asuntos relevantes.

Uno de ellos es el casi seguro surgimiento de un nuevo gobierno de derecha en Israel, cuyo compromiso con la premisa de paz con los palestinos -la coexistencia de dos Estados vecinos- parece estar en duda.

El otro tema crucial es rol de Irán. Arabia Saudita y otras naciones árabes conservadoras temen que el protagonismo iraní se refuerce luego de que el presidente estadounidense, Barack Obama, se manifestara en favor de abrir un canal de diálogo con Teherán.

Ausencia

PRESENCIA LATINOAMERICANA
En Qatar estarán presentes los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de Argentina, Cristina Fernández, y de Venezuela, Hugo Chávez
Participarán en la II Cumbre de Presidentes de América del Sur y los Países Árabes (ASPA), que reúne a más de 30 países
La reunión de ASPA intentará estrechar las relaciones económicas entre ambas regiones

En las semanas previas a la cumbre de la Liga Árabe hubo intentos por superar diferencias de larga data.

Se consiguieron algunos avances, pero la ausencia de un actor clave como Mubarak -en cuya representación fue enviado un ministro de bajo rango- dejó en claro que aún queda mucho camino por recorrer.

La principal división es entre aquellos países que son vistos por sus adversarios como "subyugados" por Estados Unidos, tales como Egipto, Arabia Saudita, Jordania y otras naciones conservadoras, y aquellos que son considerados por estos últimos como socios de Irán (por ejemplo, Siria y Qatar).

Recientemente Siria, que no oculta su alianza estratégica con Irán -un país no árabe-, ha mejorado perceptiblemente sus vínculos con Arabia Saudita y en menor medida con Egipto.

Pero se ha negado a romper relaciones con Teherán, de modo que la división básica se mantiene.

Problema palestino

La misma cuestión subyace en la indecorosa riña entre Egipto y Qatar, y el boicot de Mubarak a la cumbre en Doha.

Qatar y su canal de televisión satelital Al-Jazeera ofendieron profundamente a El Cairo al criticar el papel del gobierno egipcio durante la reciente ofensiva israelí en la Franja de Gaza y su apoyo a Hamas en las negociaciones entre las facciones palestinas.

Hosni Mubarak, presidente de Egipto
La ausencia del presidente egipcio es vista como un "golpe" a la unidad árabe.

Qatar incluso desafió la influencia política y diplomática de Egipto al promover, con considerable éxito, principios de acuerdo en Yemen, Líbano y Darfur.

Una cumbre de la Liga Árabe que logre curar las heridas entre los países árabes podría tener impacto positivo, claro e inmediato, en varios frentes.

Uno de los asuntos que complican el atribulado proceso de paz con Israel es la profunda división entre la administración palestina pro occidental, liderada por Fatah y encabezada por Mahmoud Abbas, y el movimiento Hamas, que controla la Franja de Gaza.

Los tenaces esfuerzos de Egipto por promover la reconciliación y la unidad nacional de los palestinos han fracasado en medio de acusaciones de que Irán y sus aliados regionales han interferido e instado a Hamas a persistir en sus objetivos.

Algunos creen que, si todos los actores regionales trabajaran armónicamente, un acuerdo palestino sería más fácil de alcanzar.

Asimismo, una entendimiento podría disminuir la tensión en Líbano, que durante décadas ha sido el escenario de pujas regionales.

Este país celebrará en junio elecciones generales en las que la oposición, respaldada por Irán y Siria, intentará restarle poder a la mayoría pro occidental.

Cuestión de soberanía

Los recientes indicios de acercamiento entre Arabia Saudita y Siria han contribuido a aliviar los temores de que surjan serias dificultades durante los comicios libaneses, pero nada es seguro.

El presidente de Sudán, Omar al-Bashir
Al-Bashir viajó a Qatar a pesar de la orden de arresto en su contra.

Temas como el rol de Irán son tan sensibles que ni siquiera figuran en la agenda de la cumbre en Doha.

A pesar de las divergencias, los países árabes tal vez puedan ponerse de acuerdo en determinados asuntos.

Por ejemplo, ya han rechazado en bloque la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) contra el presidente sudanés, Al-Bashir, por presuntos crímenes de guerra en la región de Darfur.

Esta postura seguramente será ratificada durante la cumbre de la Liga Árabe.

El mandatario de Sudán desafío el pedido de detención al volar a Doha para participar en la reunión. De hecho, desde que el CPI solicitó su arresto visitó además Eritrea, Egipto y Libia.

Los Estados árabes explican su rechazo a la solicitud del tribunal basándose en el principio de soberanía. Sólo tres miembros de la Liga Árabe -Jordania, Islas Comoras y Djibouti- son signatarios de los acuerdos que sentaron las bases del CPI.

Paz en Medio Oriente

También se espera que la cumbre en Doha alcance un amplio consenso sobre la necesidad de que la iniciativa de paz árabe para Medio Oriente, anunciada en Beirut en 2002, permanezca en la mesa de negociaciones pero con la advertencia de que tiene fecha de caducidad.

La propuesta, impulsada fundamentalmente por Arabia Saudita, le ofrece a Israel una paz duradera con los árabes a cambio de ceder los territorios ocupados en la guerra de 1967.

Sin embargo, el acuerdo en esta materia amenaza con mantenerse sólo en los papeles, ya que las diferencias estratégicas entre las naciones árabes siguen dificultando el avance hacia la paz.

Al igual que otros encuentros árabes previos, la cumbre en Doha probablemente quedará inconclusa, a pesar de las cuidadosas declaraciones del algunos líderes.

Una real unidad de objetivos entre los árabes podría esperar al surgimiento de una política concertada de Estados Unidos sobre Medio Oriente tendiente a resolver las contradicciones regionales en lugar de exacerbarlas, como ha sucedido con gobiernos previos.

Y ello dependerá en buena medida del resultado del intento de acercamiento de Washington a Teherán.



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