El trío Joubran rompe estereotipos palestinos en Europa.
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Ramala, la sede del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, está empapelada de afiches políticos con la cara de los siete candidatos que competirán el domingo 9 de enero en las elecciones.
Entre tantos afiches y pancartas, se pierde un pequeño papel con la foto de tres músicos palestinos, que se presentan en el teatro local para brindar un concierto de laúd.
Con Paulo Cabral, del servicio brasileño de la BBC, nos acercamos al teatro donde decenas de personas hacían cola para entrar.
Cuando nos sentamos en la sala, rodeados por adolescentes y jóvenes muy bien arreglados, con una mano tomada a las manos de sus novias y con la otra
hablando por teléfono celular, Paulo y yo sentimos algo extraño.
No podíamos creer que estuviéramos sentados en un teatro, esperando por escuchar a un grupo de músicos,
en el medio de una ciudad palestina.
Nos parecía todo demasiado normal como para tratarse de esta región del mundo.
Victimarios o víctimas
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Eso es de lo que yo quiero estar seguro con el público occidental. Si vienes a mi concierto, si vas a batir palmas en mi concierto, yo necesito que te
guste mi música, no que aplaudas porque sientes lástima de que yo soy un palestino
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Las imágenes que en Occidente nos hemos construido de los palestinos son muchas:
El adolescente con el cinturón de explosivos que se despide de sus familiares en un video casero antes de volarse por los aires contra civiles israelíes.
El niño que arroja piedras contra un tanque israelí con una obstinación a prueba de balas.
Los jóvenes encapuchados con rifles AK-47 que disparan al aire en cada entierro.
La mujer mayor que llora luego de que un buldózer israelí le destruyera la casa, porque su hijo es militante de Hamas o de la Yihad Islámica.
Son víctimas o victimarios, pero no son personas comunes o corrientes. Los condenamos o los defendemos, pero no les damos el derecho a considerarlos normales.
Que les guste mi música
Luego de la función, conversé con Samir Joubran, el líder del trío, sobre esta dualidad de mártires y demonios que parece tener atrapados a los palestinos.
"Todo esto es muy malo. Nosotros experimentamos eso en el comienzo de nuestra gira por Europa, donde la gente
comenzó a venir a nuestros conciertos tal vez sólo para ver a 'un palestino', para ver que podía hacer un músico palestino, pero ahora, después de varios conciertos, la gente comenzó a venir porque nosotros
somos buenos músicos".
Espectadores en el recital, no es la típica imagen de los territorios palestinos.
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"Eso es de lo que yo quiero estar seguro con el público occidental. Si vienes a mi concierto, si vas a batir palmas en mi concierto, yo necesito que te
guste mi música, no que aplaudas porque sientes lástima de que yo soy un palestino".
Mientras firmaba autógrafos, comenzamos a hablar de que pasa después del descubrimiento de su música por
parte de las audiencias de Occidente.
"Si a ellos les gusta nuestra música, entonces van a ir nuevamente a los temas más profundos y comenzarán a darse cuenta que los palestinos somos seres humanos
normales, y no como dicen los medios de que no tenemos cultura".
"Nosotros somos la cultura, si nosotros probamos que esta música es nuestra música, que esta lengua es nuestra lengua y que esta poesía es nuestra poesía,
entonces esta tierra es nuestra tierra".
Digestión
Al salir de la sala de conciertos pensé que esta dualidad de victimarios/víctimas que pesa sobre los palestinos es funcional tanto para los periodistas como para los lectores, oyentes y televidentes.
Es más fácil para mi como corresponsal atribuir un atentado a un adolescente fundamentalista y desesperado que sólo quiere inmolarse por su causa, que tratar de entender qué podría arrastrar a un joven
como los que vi en el teatro a tomar un arma o armar una bomba y querer matar a otro ser humano.
Para el espectador, creo que es mas fácil digerir tantos cadáveres en Medio Oriente si estos tienen esa condición de víctimas que parece marcar su destino a fuego, sin que nadie pueda evitar su muerte o su
sufrimiento.
Qué insoportables serían las noticias si nos
enteráramos que el "palestino muerto de cada día" sabía tocar el laúd.