Juan Pablo II visitó Cuba en 1998, a pesar de su manifiesto desagrado por el marxismo.
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El Papa Juan Pablo II dedicó una enorme energía espitirual y física al mundo en desarrollo. En los últimos años emprendió duras travesías, a pesar de su débil salud.
Pero en América Latina el Vaticano ha enfrentado un dilema: cómo ayudar a millones de católicos que viven en la extrema pobreza.
En otras palabras: ¿debe la Santa Sede apoyar a sacerdotes que respaldan movimientos revolucionarios, tales como la teología de la liberación?, ¿o debe respaldar a los más conservadores?
A principios de los años 80, esta disyuntiva pasó a primer plano durante una visita de Juan Pablo II a Centroamérica.
Juan Pablo II reprende al sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.
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En Nicaragua el sandinismo estaba en el gobierno, con cinco sacerdotes católicos como ministros en la administración revolucionaria.
Al Papa no le agradaba la idea de un sacerdote-político. Durante su visita condenó a la llamada "Iglesia popular" creada por curas de izquierda, a la que calificó como "desviación".
En Brasil, el evangelismo planteó otro desafío a Juan Pablo II.
Este país posee la población católica más numerosa, pero cientos de miles de fieles han sido tentados por nuevas creencias que ofrecen a los pobres la promesa de una prosperidad instantánea.
Marxismo
Otras naciones de América Latina le han presentado "dificultades" al Papa. Cuba y su gobierno comunista desde 1959 ha sido un ejemplo. Se trata de un Estado ateo con una vasta población católica.
Juan Pablo II no pisó la isla hasta 1998, cuando -a pesar de su manifiesto desagrado por el marxismo- finalmente aceptó una invitación de Fidel Castro.
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Teología de la Liberación
El sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino es uno de los impulsores de la corriente
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El presidente cubano asistió a una misa celebrada por el Papa si bien siempre fue crítico con la Iglesia.
El Pontífice se enfrentó por igual contra al ateísmo comunista y los excesos del capitalismo.
Castro escuchó, complacido, a Juan Pablo II cuestionando el embargo estadounidense a Cuba.
Pero el principal propósito de su visita era de carácter espiritual. En Santiago, una estatua de la Virgen de la Caridad -la imagen favorita de los cubanos- fue llevada en procesión antes de una emotiva misa papal.
El mensaje del Pontífice a esos cubanos y al resto de los latinoamericanos fue que, si no podían ir a Roma, él se acercaría a ellos sin importar las condiciones y el régimen en el que vivían.
El mensaje del Papa para América Latina fue de cercanía.
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Sus últimos viajes a lo que llamó el "continente de la esperanza" fueron a México y Guatemala, a mediados de 2002.
En el balance de su relación con América Latina, los obervadores señalan que Juan Pablo II mostró un fuerte compromiso con la región y se empeñó el luchar por conseguir mejores condiciones para los pobres.
Pero al mismo tiempo, añaden, trató de contener a aquellos que, dentro de la Iglesia Católica, proponían soluciones políticas radicales para esos problemas.